Mis cosas
Estoy estupenda.
Tengo un alien que se remueve por debajo del diafragma y una señora igual que yo que a veces me posee sin pedirme permiso. Y no me quejo, si se que esto es normal en los procesos de creación, pero a veces me paso por alguna gasolinera, a ver si puedo abandonar a alguno de ellos sin que se den cuenta. No hay manera.
El alien no habla, bueno, o no lo escucho porque está dentro. Es prudente pero constante y solo se revuelve por las noches cuando estoy a punto de dormirme. He tomado laxantes varios para ver si encuentra su camino de salida, de vuelta a casa, pero creo que está decidido a acompañarme hasta junio. Igual después, se va de campamento de verano. Espero que sí.
Me lo imagino con cara de animorcio (léase la escena 4) aunque todavía no se muy bien a que se parecen esos bichejos. ¡Mierda! ¡Lo mismo es eso! ¡Tiene la cara de mis dudas! Pues entonces voy a tener que llevarlo conmigo acurrucado sobre el estómago, bien agarrado al esófago y dando pataditas al hígado (nada, por jugar…), hasta el día del estreno. Aguantaré.
La señora que es igualita igualita… es más molesta…, irritante diría yo.
Es el yo que no soporto y que tendrá razón algunas veces, no digo yo que no, pero que no se qué hace aquí porque yo no me he llamado. Me pregunta por lo bajini, me dice su opinión, aunque no le pregunte… ¡Mierda! ¡Es la señora que le da de comer al alien¡ Siya decía yo (mi yo el de verdad, el genuino) que habían llegado casi al mismo tiempo…
Pues nada, paciencia. A ver si les enseño a meditar, hacer crochet o les paso un buen libro de constelaciones familiares… para que se entretengan.
Mientras, seguiremos ensayando.